VOCACION ILUMINADA. 4º Domingo de Cuaresma (VISIÓN)
El que verdaderamente “ve”
ha alcanzado la fe. Responder a la llamada es culmen de un proceso de
recuperación de la visión, de corrección de las distorsiones perceptivas. Pues
al final es Jesús mismo la luz.
* El ciego de nacimiento es un
paradigma de la ceguera humana, una ceguera contagiosa. Vemos poco y mal. Nos
fijamos en las apariencias. No conocemos en profundidad a los demás. Y nos
conocemos demasiado poco a nosotros mismos. No acabamos de entender el sentido
de la vida, ni el sentido de nuestra vida. Y andamos desorientados (sin
caminos) y desanimados (sin fuerzas)
Las causas de nuestras cegueras
son muchas:
- Los prejuicios que nos hacen
ver las cosas de un solo color (negro, o rosa, o gris...)
- El egoísmo que no nos
deja ver otra cosa distinta que a nosotros mismos
- La miopía de quien ve
las cosas sólo de tejas abajo y no descubre al Señor por ningún sitio
- El daltonismo de la
confusión que nos lleva a no saber distinguir lo que es verdaderamente
bueno o malo para nosotros.
- Las cataratas de lo
agobios y de las prisas que nos llevan a fijarnos solamente en el trabajo
- El sueño que nos
mantiene con los ojos ciegos al sentido de la vida... y un sin fin de
enfermedades oculares más.
Sólo Jesús puede curar al ciego
de nacimiento. Sólo Jesús puede librarnos de nuestras oscuridades. Pero
necesitamos la fe. Hemos de creer en su palabra y dejarnos llevar a la piscina.
La piscina es la Iglesia y sus aguas salvadoras son el bautismo. Con los ojos
del corazón limpios y con el corazón nutrido con esa presencia amiga del
Maestro podemos ir por la vida sin tropezar, con sentido y orientación, con
ánimos. El camino vocacional en si, es un caminar en la luz, un proceso de conversión cuya respuesta, entre mas autentica sea mas te acercas a la luz y mas te conviertes en luz para los demás.
Por la fe se nos concede un
exceso de luz, por el que podemos reconocer a Cristo en sus diversas presencias
(en el hermano, en el pobre y necesitado, en la eucaristía, en la Palabra, en
la Comunidad reunida en su nombre, en el fondo de sí mismo...) y hacerse
sensible a sus llamadas e invitaciones, hasta arriesgar la propia vida. Con la luz y la fuerza del Señor
llegamos a ser también luz para curar a los demás ciegos y nos convertimos en instrumentos de salvación y ese es el sentido de una respuesta vocacional.