ORACIÓN: Señor Dios, que en el Sacramento de la
Eucaristía nos has dejado una viva memoria de la Pasión, concédenos a los que
vivimos consagrados a tu servicio, a la compañía y reparación del Abandono, meditar
y venerar de tal modo los dolores de tu Hijo Jesucristo que se encienda más y
más en nosotros el deseo de repararlos y agradecerlos mediante la observancia
de los mandamientos, el celo por la salvación de las almas y el amor puro,
tierno, expansivo y sólido de su Corazón eucarístico por quienes vives y reinas
en unión del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén
PRIMERA ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte.
Te adoramos, Corazón Eucarístico de Jesús, y te bendecimos
R/ Porque con tu cruz, redimiste al mundo
“Entonces Pilato ordenó que lo azotaran. Los soldados prepararon una
corona de espinas y se la pusieron en la cabeza. También le echaron sobre los
hombros un manto de púrpura. Y se acercaban a él, diciendo: ¡Salve, rey de los
judíos¡ Y le daban bofetadas. Pilato salió, una vez más, y les dijo: Escuchad;
os los voy a sacar de nuevo, para que queda bien claro que yo no encuentro delito
alguno en este hombre”.
Cristo es donado por el Padre a los hombres para la salvación. El se
dona totalmente realizando en su propia vida la voluntad del Padre, esta es su
vocación. Toda vocación se expresa de la misma forma: es don de Dios a la
criatura, para que se realice a sí misma y se convierta en don para los demás.
ORACIÓN: Señor Jesús, mira nuestro pecado y pobreza que te ha hecho
víctima por nosotros. Concédenos llegar a ser don para nuestros hermanos, como
Tú lo eres para todos nosotros.
SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús recibe la cruz en los hombros.
Se hicieron, pues cargo de Jesús que, llevando a hombros su propia cruz,
salió de la ciudad hacia un lugar llamado – La Calavera- (que en la lengua de
los judíos se dice – Gólgota-)”
El don de su vida que Cristo nos da, se convierte en sacrificio
redentor: ha venido como cordero que se ofrece en sacrificio por nuestros
pecados, por nuestra liberación. También nosotros si queremos darnos a los
demás, tenemos que aprender a “tomar la pobreza” de los demás, cargándola en
nuestros hombros.
ORACIÓN: Jesús, que llevas la cruz en los hombros por todos nosotros,
ayúdanos a ofrecer por nuestros hermanos los sacrificios de cada día.
TERCERA ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez.
“Y dirigiéndose a sus discípulos
añadió: Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue
con su cruz, y me siga”.
El Señor se ha humillado, revistiéndose con nuestra naturaleza y
presentándose como el último de los hombres. Con Cristo estamos llamados a
buscar la gloria de Dios, a realizar nuestra purificación y a vivir en
solidaridad con nuestros hermanos; esta es nuestra vía dolorosa, en la cual
avanzamos con dificultad, tropezando muchas veces con nuestra propia miseria.
ORACIÓN: Señor Jesús, hermanos nuestro, queremos ser el alivio de los
desalentados, los amigos de los que se sienten solos, el sostén de los pobres y
el signo de tu bondad para nuestros hermanos.
CUARTA ESTACIÓN: Jesús encuentra a su Madre.
“Mi madre y mis hermanos son
aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen”.
Simeón un día había predicho a
María que una espada le traspasaría el alma. Ahora la Virgen cercana a Jesús
hasta el último momento de su vida terrena, une sus sufrimientos a los de su
Hijo para la expiación de nuestros pecados.
ORACIÓN: Jesús, que llamas a los hombres a ser obreros de tu viña,
sostén a aquellos que se han consagrado totalmente a Ti y a los hermanos y haz
que a tu llamada cada uno de nosotros diga su “sí” generosamente.
QUINTA ESTACIÓN: Jesús es ayudado por el Cireneo.
“Cuando se lo llevaban para crucificarlo, echaron mano de un tal Simeón
de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara
detrás de Jesús”.
Cristo y un hombre bajo la misma cruz. ¿Una cruz de quién? ¿de Cristo o
del hombre?. Todos hemos nacido para la vida. En una existencia marcada por el
pecado, no llegaremos a la vida sin pasar por la purificación de la cruz.
ORACIÓN: Cordero de Dios que
quitas el pecado del mundo, renuévanos cada día en la gracia del Bautismo y
transforma nuestro corazón para que amándote sobre todas las cosas llevemos tu
amor a los que se nos acercan.
SEXTA ESTACIÓN: La Verónica enjuga el rostro de Jesús.
“Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que
mesaban mi barba; no volví la cara ante los insultos y salivazos”.
Como cristianos estamos llamados a compartir los gozos, las esperanzas y
los sufrimientos de los demás, siendo así signos del amor del Padre.
ORACIÓN: Cristo pobre, obediente y casto, te pedimos por los que se
consagran a Ti en la vida religiosa, para que sean fieles y brillen en toda la
Iglesia como signo de la santidad y de la hermosura del Reino de Dios.
SÉPTIMA ESTACIÓN: Jesús cae por segunda vez
Despreciado, rechazado por los hombres, abrumado de dolores y
familiarizado con el sufrimiento; como alguien a quien no se quiere mirar, lo
despreciamos y lo estimamos en nada. Sin embargo, llevaba nuestros dolores,
soportaba nuestros sufrimientos. Aunque nosotros lo creíamos castigado, herido
por Dios y humillado”
Cristo, el Señor, sigue siendo crucificado en tantos hermanos que
carecen de lo necesario para vivir dignamente; despreciado por nuestra
indiferencia y abatido por nuestro abandono el Señor nos reclama un mayor
compromiso a favor de la paz que es fruto de la justicia y de la solidaridad.
ORACIÓN: Jesús, rico en misericordia, haznos testigos de tu Reino de amor,
vida, justicia, paz, gracia, verdad para que te podamos encontrar en nuestros
hermanos que sufren, para amarlos con tu mismo amor.
OCTAVA ESTACIÓN: Jesús encuentra
a algunas mujeres que lloran
Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que se golpeaban el
pecho y se lamentaban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: Mujeres
de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros
hijos. Porque si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?”.
Ante el ambiente de injusticia que vivimos, no podemos caer en la
indiferencia. Jesús nos invita a compadecernos, a hacernos solidarios, ser
verdaderamente hermanos de quienes sufren. No bastan los lamentos y llantos, es
preciso trabajar todos por la edificación del Reino de Dios entre nosotros.
ORACIÓN: Jesús, Palabra del Padre, ilumina y fortalece a tus sacerdotes
para que con la palabra y con la vida nos indiquen que la vida tiene sentido
cuando se entrega al servicio de Dios y de los hermanos, especialmente de los
que más sufren.
NOVENA ESTACIÓN: Jesús cae por tercera vez.
“¡Sálvame, oh Dios, que estoy con el agua al cuello¡ Estoy hundido en un
cenagal sin fondo, no puedo hacer pie; estoy metido en aguas profundas, me
arrastra la corriente; Estoy agotado de gritar, tengo la garganta ronca, mis
ojos se consumen de esperar a mi Dios”.
Jesús en el camino de la cruz
tuvo tropiezos, desfalleció por el calor y el cansancio. También hoy, los
sacerdotes, religiosos y laicos experimentan incomprensión y fatiga. Oremos por
ellos, para que sean fieles a la misión que el Señor les ha encomendado en su
Iglesia.
ORACIÓN: Jesús orante, que llamas a muchas personas generosas para
dedicarse totalmente a Ti, sostén a estos tus amigos para que no desfallezcan
en la ardua misión de ser mensajeros de tu Reino en toda la tierra.
DÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es despojado de sus vestidos.
“Los soldados, después de
crucificar a Jesús, se apropiaron de sus vestidos e hicieron con ellos cuatro
lotes, uno para cada uno. Dejaron aparte la túnica. Era una túnica sin costuras,
tejida de una sola pieza de arriba abajo. Los soldados llegaron a este acuerdo:
No debemos dividirla; vamos a sortearla para ver a quién le toca. Así se
cumplió este texto de la Escritura: Dividieron entre ellos mis vestidos y mi
túnica la echaron a suertes”
De la misma manera como Jesús fue despojado de sus vestiduras, muchos
miembros de nuestro país son despojados de sus derechos fundamentales. Los
cristianos, hoy más que nunca, hemos de comprometernos en la construcción de
una sociedad más fraterna de acuerdo con los valores del Reino.
ORACIÓN: Jesús, que recorriste infatigablemente los caminos de tu tierra
con el ansia de llevar la Buena Nueva, sostén a nuestros pastores y ayúdalos a
comprometerse con decisión en el trabajo por el bien común.
DECIMOPRIMERA ESTACIÓN: Jesús es clavado en la cruz
Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, crucificaron allí a Jesús
y también a los malhechores, uno a la derecha otro a la izquierda. Jesús decía:
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
En un gesto de incomparable amor, Jesús entregó su vida en la cruz por
nuestra salvación y a pesar del sufrimiento, permaneció fiel hasta el final a
la voluntad de Dios Padre. Nosotros, también estamos llamados a entregarnos con
libertad al servicio de los hermanos, superando los obstáculos que tengamos que
afrontar.
ORACIÓN: Jesús, Tú nos llamas a seguirle para manifestar a nuestros
hermanos el amor del Padre, ayúdanos a entregarnos sin reservas a la
evangelización de todos los hombres para comunicarles la gran riqueza del
Evangelio
DECIMOSEGUNDA ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz
“Hacia el mediodía las tinieblas cubrieron toda la región hasta las tres
de la tarde. El sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por medio.
Entonces Jesús lanzó un grito y dijo: Padre a tus manos confío mi espíritu. Y
dicho esto, expiró”.
Hoy existen numerosos hombres que, como Jesús, siguen entregando su vida
para decir al mundo que todos somos hermanos. Hagamos de nuestras propias vidas
una continua entrega a los demás, a ejemplo de Cristo.
ORACIÓN: Cristo, Cordero de Dios, que por nosotros te has entregado en
la cruz, transforma nuestra debilidad con la fuerza de tu Espíritu, para que a
la entrega total de tu amor a nosotros, corresponda nuestra radical opción por
el Evangelio.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz
“Como era el día de la preparación de la fiesta de la pascua, los judíos
no querían que los cuerpos quedaran en al cruz aquel sábado, ya que aquel día
se celebraba una fiesta muy solemne. Por eso pidieron a Pilato que ordenara
romper las piernas a los crucificados y que los quitaran de la cruz. Los
soldados rompieron las piernas a los dos que habían sido crucificados con
Jesús. Cuando se acercaron a Jesús, se dieron cuenta de que ya había muerto;
por eso no le rompieron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el
costado con una lanza y, al punto, brotó de su costado sangre y agua”
Las tinieblas del Calvario penetran espesas en el corazón de María. Ir
detrás de Jesús por el camino de la cruz significa también compartir con Él la
amargura de la noche del espíritu.
ORACIÓN: Jesús, te pedimos por los jóvenes que llamas al ministerio
sacerdotal y a la vida religiosa, haz que respondan positivamente a tu llamada
y que sean fieles a ti en todos los momentos de sus vidas.
DECIMOCUARTA ESTACIÓN: Jesús colocado en el sepulcro
“Cerca del lugar donde fue crucificado Jesús había un huerto y, en el
huerto, un sepulcro nuevo en el que nadie había sido enterrado. Y allí, por
razón de la proximidad del sepulcro, y además por ser la víspera de la fiesta,
depositaron el cuerpo de Jesús”
Nuestra conciencia es como un sepulcro vacío en el que nadie ha sido
colocado, solamente está hecho para ser habitación de Dios. Pero muchas veces
se ha convertido en guarida de ladrones porque nos hemos olvidado de la
vocación cristiana a la que hemos sido llamados y hemos ido tras falsos ídolos.
ORACIÓN: Jesús, enséñanos a escuchar al Padre que quiere guiarnos día a
día en la realización de nuestra vocación específica. Padrenuestro Oración:
Corazón Eucarístico de Jesús. Ten piedad de nosotros. Amantes como tu Madre.
Fieles como Juan y las Marías del Evangelios. Queremos acompañarte Jesús, en la
Eucaristía. Oración final Jesús, que desde la Cruz diriges tu mirada a tu Madre
y al Discípulo, danos, en medio de los sufrimientos, la audacia y la alegría de
acogerte y de seguirte con confiado abandono. Cristo, fuente de la vida, de
toda gracia y de toda belleza, concédenos contemplar tu rostro sonriente,
rostro de quien salva al mundo y lo guía hacia el Padre. Señor, a ti se dirige
nuestra alabanza, acompañada por la Iglesia y por tu Madre: concédenos
descubrir en la locura de la Cruz la promesa de nuestra resurrección. A ti, Jesús, cuyo rostro resplandece en la
hora de las tinieblas, como rostro de Maestro, de Hijo, de Amigo, nuestro amor
y nuestra gratitud, con el Padre y con el Espíritu, en el tiempo que pasa y en
la perenne eternidad. R/. Amén