Tengo el agrado de anunciarles que en el mes de octubre del 2018 se celebrará
el Sínodo de los Obispos sobre el tema «Los
jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». He querido que ustedes
ocupen el centro de la atención porque los llevo en el corazón. Precisamente hoy
se presenta el Documento Preparatorio, que les ofrezco como una “guía” para
este camino.
Me vienen a la memoria las palabras que Dios dirigió a Abrahán: «Vete de tu tierra, de tu patria y de la
casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré» (Gen 12,1). Estas palabras
están dirigidas hoy también a ustedes: son las palabras de un Padre que los
invita a “salir” para lanzarse hacia un futuro no conocido pero prometedor de
seguras realizaciones, a cuyo encuentro Él mismo los acompaña. Los invito a
escuchar la voz de Dios que resuena en el corazón de cada uno a través
del soplo vital del Espíritu Santo.
Cuando Dios le dice a Abrahán «Vete», ¿qué quería decirle? Ciertamente no le
pedía huir los suyos o del mundo. Su invitación fue una fuerte provocación para
que dejase todo y se encaminase hacia una tierra nueva. Dicha tierra, ¿no es
acaso para ustedes aquella sociedad más justa y fraterna que desean
profundamente y que quieren construir hasta las periferias del mundo?
Sin embargo,
hoy, la expresión «Vete» asume un significado diverso: el de la prevaricación,
de la injusticia y de la guerra. Muchos jóvenes entre ustedes están sometidos
al chantaje de la violencia y se ven obligados a huir de la tierra natal. El
grito de ellos sube a Dios, como el de Israel esclavo de la opresión del Faraón
(cfr. Es 2, 23).
Deseo también recordarles las palabras que Jesús dijo un día a los discípulos
que le preguntaban: «Rabbí […] ¿dónde vives?». Él les respondió: «Venid y lo
veréis» (Jn 1,38). También a ustedes Jesús dirige su mirada y los invita a ir
hacia Él. ¿Han encontrado esta mirada, queridos jóvenes? ¿Han escuchado esta
voz? ¿Han sentido este impulso a ponerse en camino? Estoy seguro que, si bien
el ruido y el aturdimiento parecen reinar en el mundo, esta llamada continua a
resonar en el corazón da cada uno para abrirlo a la alegría plena. Esto será posible
en la medida en que, a través del acompañamiento de guías expertos, sabrán
emprender un itinerario de discernimiento
para descubrir el proyecto de Dios en la propia vida. Incluso cuando el
camino se encuentre marcado por la precariedad y la caída, Dios, que es rico en
misericordia, tenderá su mano para levantarlos.
En Cracovia, durante la apertura de la última Jornada Mundial de la Juventud,
les pregunté varias veces: «Las cosas, ¿se pueden cambiar?». Y ustedes
exclamaron juntos a gran voz «¡sí»”. Esa es una respuesta que nace de un
corazón joven que no soporta la injusticia y no puede doblegarse a la cultura
del descarte, ni ceder ante la globalización de la indiferencia. ¡Escuchen ese
grito que viene de lo más íntimo! También cuando adviertan, como el profeta
Jeremías, la inexperiencia propia de la joven edad, Dios los estimula a ir
donde Él los envía: «No les tengas miedo, que contigo estoy para salvarte» (Jer
1,8).
Un mundo mejor se construye también gracias a ustedes, que siempre desean
cambiar y ser generosos. No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les
sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida
arriesgar para seguir al Maestro. También la Iglesia desea ponerse a la escucha
de la voz, de la sensibilidad, de la fe de cada uno; así como también de las
dudas y las críticas. Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar
en las comunidades y háganlo llegar a los pastores. San Benito recomendaba a
los abades consultar también a los jóvenes antes de cada decisión importante,
porque «muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor» (Regla de
San Benito III, 3).
Así, también a través del camino de este Sínodo, yo y mis hermanos Obispos
queremos contribuir cada vez más a vuestro gozo (cfr. 2 Cor 1,24). Los proteja
María de Nazaret, una joven como ustedes a quien Dios ha dirigido su mirada
amorosa, para que los tome de la mano y los guíe a la alegría de un ¡heme aquí!
pleno y generoso (cfr. Lc 1,38).
Con
paternal afecto,
FRANCISCO