Nuestra Congregación, siguiendo a Cristo en su comunicación filial
y confiada con el Padre, tiene la misión de vivir la experiencia de Dios y
ayudar a que otros la vivan, a través de la entrega sencilla de nuestra vida,
preferentemente entre los pobres.
El carisma es el corazón que da sentido a
nuestra consagración en el ser Carmelita Misionera de Santa Teresa en la
Iglesia y para la Iglesia, desde una constante apertura a los signos de los tiempos,
en donde somos conscientes de que Dios
nos sigue cuestionando y a la vez renovando nuestro llamado desde
diferentes gritos de sufrimiento de la humanidad como la guerra, la pobreza,
la violencia, el individualismo y todo aquello que sigue aquejando a cada generación.
El hecho
de haber sido llamadas para seguir a Cristo en su comunicación filial y
confiada con el Padre es un don único, que nunca acabamos de agradecer y mediante el cual el Espíritu
nos invita a ser configuradas con Cristo, desde nuestros límites y debilidades,
y al mismo tiempo desde la grandeza del Dios que no se cansa de hacer
maravillas con las personas y que sigue llamando a hombres y mujeres a vivir diferentes
carismas para servir a la Iglesia. Por eso, somos conscientes de que esto no
nos pertenece, sino que viene de Dios y
pertenece a la salvación del mundo y al servicio de la iglesia. El tiene
sus formas de seguir llamando a mujeres que sigan enriqueciendo y acogiendo
este magnífico don, que sin merecerlo, nos ayuda a vivir la radicalidad del
Evangelio.